Tras más de un siglo de actividad, en 2011 cerró sus puertas en Florida (EE.UU.) el controvertido reformatorio Arthur G. Dozier, cuyos responsables fueron acusados de someter a los estudiantes a golpizas, abusos sexuales y trabajos forzosos. Tres años después de su clausura, investigadores desenterraron en las instalaciones del centro los restos de 84 menores, a pesar de que en los archivos del reformatorio constaban únicamente 31 fallecimientos oficiales «por accidentes o causas naturales».

Ahora, el gobernador de Florida, Ron DeSantis, ha informado sobre el hallazgo de 27 «anomalías» que corresponderían a «posibles tumbas». El presunto descubrimiento se produjo durante unos trabajos de limpieza del suelo en un zona cercana a la escuela, detalla DeSantis en una carta del 10 de abril dirigida a las autoridades administrativas del condado de Jackson para tomar medidas.

El Departamento de Protección Ambiental de Florida explicó a finales de marzo que los contratistas encargados de las labores de descontaminación habían informado de las irregularidades luego de desplegar un radar de penetración, que inspeccionó unos 7.200 metros cuadrados de terreno, recoge Tampa Bay Times.

¿Cementerio clandestino?

Dados los antecedentes del lugar, se tuvo en cuenta cualquier dato que coincidiera con al menos una característica de las que habitualmente determinan que se ha encontrado una  tumba, como tamaño, forma, y profundidad). Sin embargo, los hallazgos no siguen ningún patrón fijo, a diferencia de un cementerio normal. «Esta aleatoriedad podría esperarse en un cementerio clandestino o informal«, relata el documento.

El sitio investigado está siendo considerado por ahora camposanto, pero se requieren más pruebas. Al respecto, Erin Kimmerle, una experimentada antropóloga forense, ha recomendado prudencia porque puede tratarse de raíces u otros objetos. «Recomiendo mucha precaución y sugiero un estudio de campo de cualquier forma», aseveró.

111 años de abusos

El reformatorio Arthur G. Dozier inició sus funciones en 1900 y acogió a jóvenes huérfanos, provenientes de hogares con padres autoritarios o víctimas de abusos. Durante los 111 años que permaneció abierto recibió acusaciones de maltrato hacia los menores, que eran obligados a realizar trabajos forzosos en sus granjas con la connivencia de generaciones de políticos y jueces locales.

Su clausura fue posible gracias a los testimonios de varios internos que formaron un grupo denominado ‘White House Boys’ (‘Los niños de la casa blanca’), en referencia a un pequeño lugar en el que se torturaba a todo aquel que se saltaba las reglas.

Roger Dean Kiser, alumno de ese centro entre 1959 y 1961, decidió relatar sus vivencias en su libro ‘Los niños de la casa blanca: una tragedia americana’, publicado en 2009 y que desencadenó una exhaustiva investigación.

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