Por Isidro Galicia

Con el desmoronamiento del muro de Berlín en 1989 marcó el inicio de una nueva era geopolítica dominada por los países de occidente, que vieron con entusiasmo el derrocamiento de una causa ideológica, polo opuesto a los intereses del modelo de consumo y de la dominación económica. Estados Unidos, como país absoluto del nuevo orden mundial, vio en el Medio Oriente a uno de los enemigos auténticos de la libertad y de la democracia occidental en los años 90´s con la Guerra del Golfo Pérsico.

Con la llegada del nuevo siglo y tras la caída de las Torres Gemelas, el corazón financiero del espíritu capitalista norteamericano, se objetivó al terrorismo como el enemigo común de los EUA y de los países de Europa, que debilitaría a los grupos religiosos fundamentalistas islámicos, criminales que amenazaban la paz del mundo con actos terroristas. A poco más de una semana de haber tomado posesión con el presidente 45 de los Estados Unidos, Donald Trump enfocó a México como el enemigo objetivo.

Bajo ésta lógica, el magnate republicano, concitó a la población hispana, mexicana y a la comunidad migrante, como el enemigo público en el marco de una oferta de campaña electoral; como causantes del desempleo, inseguridad y de la propia descomposición del tejido social yanqui. Instalado en el contexto de amenaza e intimidación, el presidente neoyorquino, propició escenarios de una guerra simbólica en contra de la nación mexicana, que como en otras experiencias mundiales, estima legitimar sus decisiones con actos de dominación.

Como lo afirmara Hannah Arendt en su libro “Los Orígenes del Totalitarismo”: “Solo tras haber completado el exterminio de los enemigos auténticos y comenzada la caza de los enemigos objetivo, se torna el terror verdadero contenido en los regímenes totalitarios”. Es aquí, donde México deberá sortear la convicción histórica de los Estados Unidos de promover movimientos que dominan la esfera política y económica, so pretexto de garantizar un protectorado económico y seguridad nacional para los EUA, a costa de situar a México como el enemigo fronterizo del siglo XXI.

La vocación autoritaria de Trump y sus desbocadas ambiciones económicas, propiciará una nueva era de incertidumbre internacional. La relación bilateral entre México y Estados Unidos, transitará entre los caprichos, imposiciones, devaneos y chantajes de un presidente que aplicará una política de terror mundial, como estrategia para acentuar su posición dominante ante el resto del orbe. México fue el primer objetivo. ¿Quién seguirá después?

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